No sé si habrás oído la expresión “creas o consumes” alguna vez, pero yo he estado pensando bastante en ella recientemente. «Consumir» se refiere al tiempo que pasas absorbiendo información que otros han creado: series, periódicos, revistas, redes sociales, blogs, vídeos, televisión, páginas webs, canales de noticias, radio, publicidad….
Consumir información es algo necesario. Leer, ver una película o una serie, leer a periodistas que nos interesen, comprar revistas de temas que nos gusten, hacer un curso o leer un blog son formas de consumo que nos ayudan a aprender. Las redes sociales pueden ser una forma de consumo positivo en cierta dosis, y también pueder servirnos de conexión con otras personas.
Las redes sociales y el FOMO
El problema empieza cuando nuestro nivel de consumo de información se descontrola y nos pasamos gran cantidad de horas mirando nuestros teléfonos móviles y todo el contenido online que tenemos al alcance de la mano. Las redes sociales están pensadas para ser adictivas. Por eso nos podemos pasar horas mirando Facebook o Twitter y, cada vez que tenemos un descanso en el trabajo o en la cola del súper, sacamos el móvil.
Recientemente ha surgido la expresión FOMO (del inglés «fear of missing out»), que alude a la sensación de que, si no miramos constantemente las redes, el correo o nuestros mensajes, nos perderemos algo importante o quedaremos excluídos de algún evento. Esta forma de ansiedad social hace que acabemos todo el día enganchados al teléfono para sentirnos «conectados».
Al problema de pasar demasiado tiempo pendiente de la pantalla, se une el hecho de que cuando pasamos un rato en las redes sociales, nos comparamos con las personas a las que seguimos y nos hace pensar que a todo el mundo le va mejor que a nosotros. A mucha gente le genera ansiedad y sensación de fracaso, o de no estar haciéndolo lo suficientemente bien. O de no ser suficiente, en general.
¿Estar informados?
Con las redes sociales viene una gran cantidad de noticias que leemos constantemente en el feed de nuestras aplicaciones. A esto hay que añadir todas las noticias que escuchamos en la radio, la televisión, vemos en los periódicos online, etc. Incluso podemos suscribirnos online para que lleguen a nuestro teléfono las noticias del día.
Nos gusta tener la sensación de «estar informados». El consumo constante de noticias, en mi opinión, produce un efecto muy diferente a estar informados. En primer lugar, el tipo de noticias que los periódicos o telediarios consideran de cabecera siempre son noticias muy negativas: asesinatos, peleas callejeras, terrorismo y guerras. Junto con este tipo de noticias, suele haber noticias políticas: corrupción, partidos políticos que no llegan a acuerdos, crisis, desempleo, caos en el gobierno, etc.
Si te has parado a pensarlo, después de leer y escuchar este tipo de noticias la sesanción que te queda es de preocupación, miedo, estrés y desesperanza. Los problemas son tantos y tan grandes que nos sentimos completamente impotentes ante ellos. Nos genera ansiedad pensar que el mundo, parece ser, va constatemente a peor y no hay nada que nosotros podamos hacer al respecto.
¿En qué nos beneficia consumir estos contenidos a todas horas?
Cuando analizamos la cantidad de tiempo que pasamos frente a la pantalla de nuestro teléfono, y le sumamos los beneficios y desventajas de este consumo, el balance no es muy positivo.
Perdemos demasiadas horas del día mirando y escuchando de manera pasiva contenido en internet que, no sólo nos quita tiempo para hacer otras cosas en nuestra vida, sino que nos hace tener ansiedad, preocupación y una baja autoestima.
Además, tanto las redes sociales como las noticias tienen un sesgo muy importante: la información que nos muestran es parcial. Ni a todo el mundo le va mejor que a ti, ni toda su vida es una fiesta y unas vacaciones constantes. Todos tienen los mismos problemas que nosotros, pero no les dan difusión en las redes.
Y lo mismo ocurre con las noticias. No todo lo que ocurre es terrible y catastrófico, ni todo el mundo está dedicado a destruir la democracia, la justicia o el medio ambiente. Hay muchas cosas buenas ocurriendo diariamente, y personas luchando por mejorar los mismos temas que te preocupan: la libertad de expresión, el medio ambiente, las oportunidades laborales, salarios justos, el acceso a la educación y la sanidad, la seguridad y la democracia.
Consumir menos y mejor
Ahora que ya sabemos cuál es el problema, pensemos en la solución. En primer lugar, te propongo que limites de manera consciente el tiempo que pasas en las redes sociales. Instagram, por ejemplo, cuenta con una opción que te permite activar un aviso diario cuando has sobrepasado cierta cantidad de tiempo en la aplicación. Puedes marcar 15, 30 o 45 minutos, lo que consideres más apropiado, y recibirás un aviso cuando llegues a ese tope.
De esta forma, al menos tendrás claro el tiempo que lo usas y te darás cuenta de si llevas mucho o poco. En ese momento puedes salir de aplicación y darte un descanso.
La siguiente propuesta que te hago es considerar si el contenido que ves en las noticias es lo que necesitas saber para estar informado. Si realmente te es útil y son historias que necesitas escuchar a diario. También puedes plantearte ver el telediario o leer el periódico una vez al día, en vez de varias veces al día en tu teléfono.
Otra opción es buscar medios alternativos de información. Hay algunas revistas digitales que te ofrecen noticias positivas en vez de sólo noticias negativas. No he encontrado ningún medio que se dedique a esto concretamente en español (¡hay un nicho digital disponible si te interesa!), pero muchos periódicos digitales tienen secciones o artículos dedicados a noticias algo más positivas de las habituales. Si lees en inglés, te recomiendo Future Crunch.
EDITO (09/11/2019): he encontrado un medio digital de buenas noticias en español llamado Cuéntame algo bueno. Una maravillosa iniciativa nacida en Málaga y abierta a redactores de toda España. Si quieres sumarte, dirígete a Hazte redactor. O si simplemente quieres leer las noticias, puedes suscribirte a su boletín.
Si aún tienes dudas acerca del poder de las noticias y las redes sociales para empañar tu visión del mundo, te recomiendo que escuches a Carole Cadwalladr explicando en TED la relación entre Facebook, las noticias online y muchos de los acontecimientos políticos que han ocurrido en los últimos años (puedes añadir subtítulos en español pulsando en la ruedecita del menú, abajo a la derecha).
Crear en vez de consumir
Una vez que hemos decidido reducir nuestro consumo de información, el siguiente paso es la acción. Nos pasamos tanto tiempo en internet, haciendo cursos, pensando en nuestros proyectos y en lo que nos gustaría hacer, pero procrastinamos todo lo que podemos.
Hay una razón para esto. Nuestro cerebro quiere que hagamos cosas conocidas y fáciles porque es su forma de ser eficiente. Quiere mantenernos seguros y a salvo porque está programado para eso: nuestros instintos más primarios se basan en sobrevivir y no correr riesgos. La posibilidad de arriesgar la vida haciendo cambios en nuestra rutina o empezando un nuevo trabajo hoy en día es bastante limitada. Pero tu cerebro no entiende la diferencia. Todo lo que sea salir de tu zona de confort (tu rutina conocida y habitual) hace que suenen las alarmas.
Es lo que ocurre cuando intentas crear algo. Entre el esfuerzo extra que le supone a tu cerebro empezar algo que desconoce y el miedo a la crítica, al fracaso o no saber hacerlo bien, nos quedamos paralizados. Y entonces nos pasamos un buen rato rato mirando nuestras redes sociales para desconectar del estrés que esto nos supone.
Así que te propongo que, en vez de intentar desconectar de lo que quieres hacer de verdad en tu vida, con consecuencias reales para ti, te pongas manos a la obra y tú, además de consumir, también crees algo.
Puede ser empezar un blog, cocinar o jugar al baloncesto. O hacer un jardín en tu casa, dibujar, practicar por fin con la guitarra, aprender cómo arreglar tu bici y hacerlo, crear esa asociación en la que piensas hace años, apuntarte a un voluntariado, enseñar un curso online, coser tu propia ropa, hacer cerámica o unirte a un grupo de intercambio de idiomas.
Hacer es aprender
No importa que no sepas hacerlo, que no lo hayas hecho nunca o que no se te de bien. Voy a contarte algo muy chulo: cada vez que haces algo nuevo, en tu cerebro se crean nuevas conexiones neuronales. Literalmente, hacer es aprender. ¿No es asombroso? Tenemos esa idea de que primero aprendemos algo, y luego lo hacemos. Pero lo cierto es que no sabes hacer algo, hasta que no lo haces. Así de simple y poderoso.
Deja de darle vueltas, de dejarlo para luego o de sentir que no puedes hacer lo que quieres. Hacer algo siempre es mejor que no hacer nada. Y los resultados que produzca, por pequeños que sean, siempre serán mejor que ninguno.
Si eres profesor/a, piensa en cómo puedes inculcar a tus alumnos que sean creadores y no sólo consumidores. Piensa en cómo llevar a cabo proyectos prácticos en clase, en motivarlos a elegir algo que les interese y ponerse manos a la obra, anímalos a pasar a la acción, a ser creadores sin miedo a que los juzguen o los reprendan.
Los medios de comunicación nos hacen pensar que no podemos hacer nada, que sólo los gobiernos y los poderosos tienen la capacidad de tomar acción y cambiar las cosas. Es lo que nos mantiene en un estado de pesimismo y desilusión ante las dificultades.
La verdad es que todos tenemos poder para hacer ALGO, por pequeño que sea. Cada vez que decides actuar en vez de consumir, estás aportando algo a tu vida y la de los demás. Y los educadores tenemos la responsabilidad de enseñar a nuestros estudiantes que SÍ se puede hacer algo y que, además, debemos hacerlo.
¿Qué cosas creas en tu vida y en tu labor educativa?
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