Desde que empecé hace unos años a interesarme por la historia de los colores, una cosa fue evidente desde el principio- La búsqueda de materias colorantes por parte de los seres humanos ha sido siempre muy intensa y se ha llegado a verdaderos extremos para conseguirlas; arriesgando incluso la vida para tener el mejor azul índigo, el mejor bermellón de cinabrio o el verde de arsénico más de moda.
Pero si hay un pigmento que inició la pasión del ser humano por los colores, ese fue el ocre. El ocre es el primer pigmento usado por nuestros antepasados, que lo buscaron sin descanso, dándole un valor que a día de hoy, rodeados de pigmentos sintéticos, se nos escapa. ¿Es el rojo un color apreciado porque el ocre estaba disponible en todas partes? ¿O era buscando de manera constante porque ya los homínidos fueron cautivados por su color? ¿Está el ocre en nuestro ADN?
En este artículo te cuento la historia de varios ocres que formaron la imagen y los rituales de distintas culturas alrededor del mundo.
Rojo australiano
Durante miles de años, los hombres de la tribu Diyari, en Australia, realizaban un viaje de dos meses a la mina de Bookartoo. Este viaje era un auténtico peregrinaje, en el que decenas de hombres volvían acarreando en la espalda unos 20 kilos de la tierra que se encontraba en la mina: ocre.
En el siglo XIX, con la llegada de los granjeros europeos, empezaron los problemas. Cuando los Diyari realizaban el viaje, pasaban por las tierras compradas por los nuevos granjeros, y se comían sus ovejas. Para los Diyari, las leyes de propiedad de la tierra de los blancos no significaban nada. Pasaban por donde siempre habían pasado, y comían lo que encontraban a su paso, y eso era todo.
Sobra decir que los granjeros no lo veían de la misma forma. Cruentos enfrentamientos empezaron entre ambos grupos, ocasionando un reguero de violencia que sería conocido como las “guerras del ocre”. Cuando, después de un tiempo, la cosas no mejoraban, el gobierno de la región tuvo una idea- ¿Por qué no movían la mina y se la traían a la tribu? De esa manera lo aborígenes no tendrían que pasar por las granjas de los colonos.
Y eso hicieron. Durante semanas, camiones cargados de ocre atravesaron el territorio y llevaron la tierra a una misión cristiana cercana a la tribu. La idea era que los misioneros se la darían a los aborígenes de manera gratuita, y todos contentos.
Como era de esperar, los Diyari no estuvieron ni remotamente interesados en recoger el ocre de los misioneros. Para empezar, el ocre que habían traído era de otra mina distinta a la suya, y no tenía exactamente el mismo color que el que ellos más apreciaban- el que tenía una pizca de mercurio y era más brillante.
Además, el valor del ocre venía en gran parte del hecho de que, para obtenerlo, había que hacer un peregrinaje con una serie de rituales y experiencias vividas en el viaje. Un puñado de ocre recogido a cambio de nada, simplemente, no era lo mismo. Ellos intercambiaban el pigmento con otras tribus a cambio de bienes igual de importantes. Pero un ocre que no valía nada, no podía venderse a cambio de algo valioso, por lo que, de aceptarlo, tampoco podrían mantener su lugar en la red de intercambios con las demás tribus aborígenes.
El primer pigmento
Esta historia ilustra la tremenda importancia que los pigmentos han tenido siempre para los seres humanos. Una importancia tal, que las tribus australianas estaban dispuestas a llegar a la guerra por el ocre. Se calcula que Wilgie Mia, la mina de la que extraían el ocre los Diyari, ha estado en uso desde hace unos 40.000 años, lo que la convertiría en la mina en uso continuo más antigua del mundo.
Como pigmento, el ocre lo tiene todo: es muy estable (todas las tierras lo son), cubriente, resistente a la luz y fácil de preparar. Sólo requiere ser lavado, triturado y tamizado. Comparado con los complejísimos procesos que requerían otros colores como el azul ultramar o el púrpura fenicio, el ocre es simple. Y es el pigmento natural más abundante en el planeta, por lo que se obtenía con facilidad. Además, tiene otra ventaja muy importante que no tienen otros colores históricos: no es tóxico para el ser humano.
El ocre- del griego “ojros”, que significa “amarillo”– es un mineral terroso que contiene óxido de hierro hidratado, normalmente mezclado con arcilla. Como mineral se conoce como limonita o goethita. El color que se obtiene de él típicamente oscila entre el amarillo claro y el marrón rojizo, aunque puede tener otras tonalidades. Se puede encontrar en todos los continentes, y sabemos que fue usado ya en el Paleolítico más temprano.
En Sudáfrica se descubrió hace poco una piedra con trazos de ocre rojo datada en 75.000 años de antigüedad. En la misma cueva, en Blombos, Sudáfrica, se encontraron conchas de abulón con restos de ocre, martillos y piedras de moler de hace al menos 80.000 años. Estos restos sugieren que era un taller rudimentario para moler y preparar pigmentos de ocre, en lo que podría ser el primer taller artístico de la humanidad.
Pero su antigüedad podría ir mucho más allá. Se ha encontrado ocre en utensilios que podrían datar de hace más 300.000 años. El uso de pigmentos con valor simbólico en estas fechas podría significar que la utilización de pintura roja sería anterior al desarrollo del lenguaje. Y que la invención del arte corrió paralela a la de las primeras herramientas. Aunque no queden muestras materiales, es casi seguro que el ocre se usaría también como pintura corporal desde épocas muy tempranas.
En los años 80 se descubrieron restos de color rojo en un asentamiento neandertal de hace 250.000 años en Maastricht, Holanda, pero no fue hasta hace unos años que se analizó su composición. Se descubrió que contenía manganeso y óxido de hierro, es decir, era un tipo de ocre rojo. No existen evidencias de que lo usaran para pintar o como decoración corporal, pero se sabe que lo consideraban un material valioso porque no había ocre cerca del asentamiento, por lo que lo habrían traído desde una larga distancia. ¿Para qué usaban los neandertales esta tierra roja? ¿Utilizaron el ocre con motivos simbólicos antes o al mismo tiempo que el Homo sapiens?
Buscando ocre en cuevas sagradas
En el entramado de cuevas subacuáticas del estado de Quintana Roo, en México, se han encontrado restos de 9 individuos, algunos de hasta 13.000 años de antigüedad. Los arqueólogos que exploraban las cuevas y encontraron los restos no terminaban de entender por qué habían bajado esas personas a las profundidades de las cuevas. Por aquel entonces no estaban bajo el nivel del mar , pero era un lugar oscuro, laberíntico y lleno de agujeros peligrosos.
El misterio fue resuelto cuando en 2020 unos buzos, en una inmersión exploratoria, se encontraron con una mina de ocre perfectamente conservada de 11.000 años de antigüedad. Había restos de carbón para hacer hogueras, martillos de piedra y hoyos de donde habrían extraído el ocre. El descubrimiento de otras dos minas en cuevas cercanas ha llevado a los investigadores a suponer que había un proyecto específico para encontrar y explotar minas de ocre, que fueron usadas con este propósito durante al menos 2000 años. Hasta la fecha es la mina de ocre más antigua que se conoce en América.
El ocre procedente de las cuevas es de muy alta pigmentación. Su calidad podría indicar el motivo por el que se adentraban al entramado de cuevas para obtenerlo. Pero además, en la cultura mesoamericana, las cuevas eran lugares sagrados conectados con el inframundo y con lo espiritual. Es posible que la extracción del ocre tuviese, al igual que para la tribu Diyari en Australia, un valor ritual: obtener el pigmento requería un peregrinaje a la mina, y había que adentrarse en un lugar sagrado para conseguirlo. Dos comunidades a medio mundo de distancia, que nunca se habrían cruzado, buscaban ocre de la misma forma y con propósitos similares.
El ocre también podía tener usos prácticos- es un repelente natural de mosquitos, podría actuar como protector solar, e incluso hay estudios que afirman que habría servido como adhesivo en la fabricación de herramientas. En un gesto similar al de los antiguos egipcios, que se pintaban los ojos con kohl por motivos estéticos e higiénicos, el ocre podría haber servido como un adorno corporal y un protector para la piel al mismo tiempo.
Siena y Sinope
El color rojo era el preferido de los romanos. Conocían más fuentes del rojo que de ningún otro color, y recurrieron a diferentes ocres para su obtención, calcinando ocre amarillo para conseguir tonos rojos- un pigmento al que llamaban usta. Al calcinar el hidróxido de hierro, se evaporaba el agua y quedaba sólo el óxido de hierro que le daba una tonalidad rojiza al ocre quemado. De esta práctica proviene el color marrón rojizo que llamamos siena– al hornear la tierra que rodeaba la ciudad italiana de Siena, el amarillo del siena natural se transformaba en un tono pardo, más oscuro según la cantidad de manganeso que hubiese presente en la arcilla.
Aunque recibe su nombre de la ciudad italiana, es un tipo de tierra que también se podía encontrar en otros lugares como la Toscana o Cerdeña. El siena es uno de los pigmentos más estables y es compatible con todas las técnicas pictóricas, por lo que siempre ha sido considerado un indispensable en la paleta de los pintores. Los pigmentos de tipo tierra son, además, los mejores para la pintura al fresco, que fue una de las técnicas más prolíficas y populares en época romana.
La sinopia era uno de los ocres más caros y apreciados de la Antigüedad Clásica. Su nombre viene del lugar de donde se exportaba: Sínope, una colonia griega en el Mar Negro. El ocre se extraía de la región de Capadocia, y luego se vendía desde el puerto de Sínope a todo el Mediterráneo. Era tan popular que, al empaquetarla para su exportación, se la marcaba con un sello que declaraba que era sinopia auténtica, asegurando su denominación de origen.
El hecho de que tuviera que hacer un viaje por barco desde tan lejos, hacía que la sinopia fuera muy cara cuando llegaba a Roma. Pero era un ocre tan valorado, que los romanos estaba dispuestos a pagar el alto precio de traer el mineral desde Turquía.
Durante el Renacimiento, en un caso típico de transferencia de significado, “sinopia” pasaría a denominar una técnica de dibujo hecha con lápices de ocre rojo: las siluetas que se esbozaban primero sobre el muro en la preparación de la pintura al fresco.
Gracias al uso frecuente del ocre en las pinturas al fresco, científicos en Italia han descubierto que pueden datar la fecha de un fresco en el año exacto en que se hizo. El ocre contiene moléculas de hierro, que al pintarse sobre el muro, actúan como las agujas de una brújula y se sitúan en la dirección del polo norte magnético. El polo norte magnético va cambiando anualmente, fluctuando hasta 18 grados. Si sabes en qué dirección estaba en cada año, es posible estimar la fecha de un fresco observado la dirección en la que apuntan las moléculas de hierro presentes en la pintura. En los frescos renacentistas, el ocre actúa como una brújula y como un reloj al mismo tiempo.
La mina de Falun
¿Puede una de las minas de cobre más grandes del mundo haber dado lugar a un famoso ocre rojo? Sorprendentemente, sí. El cobre es una de las fuentes naturales más utilizadas para elaborar verde, por lo que, a primera vista, uno nunca pensaría que una mina de cobre ha servido durante siglos como fuente de la pintura roja más popular de Suecia.
La mina de cobre de Falun fue durante el s. XVII la mina de cobre más productiva del mundo. Las montañas de escoria que se apartan durante la explotación del cobre son expuestas al aire y la lluvia, que disuelven los elementos más solubles como el cobre y el zinc. El contenido en minerales ferrosos, más pesados, permanece en la tierra, dando lugar a un ocre amarillo oscuro que se produce por la oxidación del hierro. Como resultado, al lado de la mina empezó a prepararse una pintura roja que se conoce como “rojo de Falun”.
Para hacer rojo de Falun, primero se separa el pigmento más fino de las rocas más grandes por sedimentación en agua. Una vez separado, se calienta a altas temperaturas. A 500 grados el amarillo de la limonita (hidróxido de hierro) se vuelve rojo claro, a 700 grados, da un rojo oscuro. Y a las altas temperaturas de 950 grados, el pigmento se oscurece hasta ser negro. Tras varias horas en el horno, el pigmento se pulveriza y se guarda.
El rojo de Falun se usa para pintar casas, ya que protege la madera, y es un pigmento rojo mate muy estable. Ya en el siglo XVI hay constancia del uso de esta pintura para los tejados de la residencia real sueca. Al principio, castillos y mansiones se pintaban con este pigmento porque imitaba el color rojizo de las casas nobles centroeuropeas construidas en ladrillo. En el siglo XVII el rojo de Falun se convirtió en un símbolo de estatus, y solo un siglo después, en el s. XVIII, la pintura roja se extendió también a las casas de las clases trabajadoras.
Las fachadas de las ciudades se pintaban de rojo antes de las visitas reales para embellecer las ciudades. La pintura roja era cara, así que sólo se pintaban las partes de los edificios que se veían desde la calle, mientras que el resto se dejaban sin pintar. En los siglos XIX y XX el rojo de Falun se hizo popular entre las casas de campo, las granjas y los graneros de madera, creando la tradicional imagen del cottage rojo y blanco. El rojo se extendió por todo el país y todo tipo de edificios hasta ser considerado un color nacional omnipresente en la arquitectura sueca.
Desde Australia hasta Suecia, desde Roma hasta la Riviera Maya, vayas a donde vayas, el ocre tiene una presencia central en todas las civilizaciones humanas. El interés por el ocre está trenzado en nuestros genes desde hace cientos de miles de años, tan antiguo como el Homo Sapiens, quizás anterior al mismo lenguaje hablado. Entonces ¿Nosotros hicimos el ocre rojo o el ocre rojo nos hizo a nosotros?
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