Todos sabemos que el arte nos causa emociones, y que por algún motivo inexplicable, algunas nos gustan e impresionan más que otras.
En mi caso, hay muchas obras de arte que me gustan, muchísimas. Pero hay un número de obras muy reducido que no sólo me gustaron, sino que causaron un profundo impacto en mí. Se trata de una lista muy corta de obras que, al estar frente a ellas, me causaron un reacción emocional difícil de describir con palabras.
Lo más curioso es que en muchos casos fueron obras que a priori no me gustaban especialmente. Algunas nunca me habían llamado la atención cuando las veía en fotografías o las estudiaba en clase. Pero en persona la sensación fue completamente diferente e inesperada.
Estas son las obras de arte que más me han impresionado:
David (1501-1504), de Miguel Ángel
La historia de cómo fue esculpido el David es bastante célebre. Fue un encargo de la ciudad de Florencia para Santa María del Fiore. El enorme bloque de mármol estaba abandonado en las obras de la catedral porque ningún artista había querido o sabido utilizarlo, hasta que llegó Miguel Ángel y lo eligió para esculpir el David. Durante dos años trabajó en la escultura sin descanso, incluso durmiendo a su lado. La esculpió directamente con cincel, sin modelos previos en yeso.
Miguel Ángel decía que la escultura estaba dentro del bloque, él sólo tenía que sacarla. Se guió por la forma del mármol para elegir la postura y la forma de la figura. Finalmente no se colocó en la catedral, sino en la Piazza della Signoria, aunque ya no se encuentra allí sino en la Galería de la Academia. Esta obra redefinió la imagen del David bíblico (algo que también haría después con la Creación de Adán en la capilla Sixtina) y es uno de las obras cumbre del Renacimiento florentino.
Cuando vi el David tenía sólo 15 años y estaba de viaje por el norte de Italia con mi familia. Fue la primera vez que me emocioné al contemplar una obra de arte. Recuerdo entrar en la Galería de la Academia en Florencia y ver el David al fondo del pasillo, iluminado bajo una cúpula. Lo que más me impresionó fue que era enorme, más de cuatro metros de altura, algo que no te imaginas al verlo en una fotografía. La perfección de la figura y la fuerza de su expresión son difíciles de describir con palabras (la famosa terribilitá de Miguel Ángel).
El lugar en el que está expuesta tiene algunas otras obras de la etapa tardía de Miguel Ángel, aunque nada tan especial como el David. Aún así, si vais a Florencia y tenéis que elegir qué sitios visitar, la Galería de la Academia es un imprescindible.
Las señoritas de Avignon (1907), de Picasso
Las señoritas de Avignon es el primer cuadro cubista. Hay cierto debate en torno a quién inventó el Cubismo, si fue Picasso o Braque, ya que los dos exploraron esta forma de representación juntos y al mismo tiempo. En cualquier caso, las Señoritas de Avignon se considera «el primer cuadro cubista» y definitivamente esta obra tendría una trascendencia fundamental para el arte del siglo XX.
En él vemos a una serie de mujeres, en teoría prostitutas en un burdel, desnudas y rodeadas por cortinas rojas. Picasso rompe con la perspectiva y la representación tradicional que había caracterizado a la pintura occidental durante siglos. Reduce las figuras a líneas duras y formas geométricas en dos dimensiones. Destacan las caras, que asemejan máscaras de diferentes culturas antiguas: egipcia, íbera y africana. El cubismo hizo una recuperación estética y apreciativa del arte de diferentes culturas del mundo, que durante mucho tiempo se habían considerado «primitivas». Picasso en particular utilizó la idea de las máscaras africanas para desarrollar sus retratos.
Cuando el cuadro estaba terminado, Picasso se lo enseñó a algunos amigos cercanos. A todos los presentes les produjo un gran impacto y a la mayoría no le gustó. Fue un shock para ellos ver una representación tan radicalmente diferente a lo que se había hecho hasta el momento. Picasso guardó el cuadro y no lo exhibió públicamente hasta 1916. No le pondría título hasta 1920. Acabaría vendiéndolo unos años después al diseñador y coleccionista francés Jacques Doucet.
Esta obra fue para mí una absoluta sorpresa. Siempre que la veía en fotografías me resultaba indiferente y no terminaba de entender por qué era tan famosa y celebrada. Me gustaba mucho la obra de Picasso, pero esta obra no me decía nada cuando la veía en imágenes. Así que no me esperaba para nada la impresión que me causó verla en persona.
Actualmente el cuadro forma parte de la colección permanente del MoMA de Nueva York. El cuadro es enorme y tiene una fuerza espectacular. Una cosa que pienso que no captan bien las fotos es su color. Las fotografías del cuadro muestran unas tonalidades rosas un poco exageradas, pero en persona no tiene ese color. Es más beige y marrón. Es un cuadro enorme- casi 2.5 metros de alto- y tiene una cualidad magnética. Las caras de las mujeres te atrapan, su expresividad y el dinamismo de las posturas hacen que no puedas dejar de mirarlo.
Fue una lección interesante para mí el comprobar que algunas obras de arte no se pueden entender en una fotografía, y que la sensación que te causan en persona es completamente distinta. De nuevo, si vais a Nueva York, no dejéis de visitar el MoMA. Aunque la entrada es cara, los viernes por la tarde hay acceso gratuito.
Vieja friendo huevos (1618), Diego Velázquez
La Vieja friendo huevos es una obra temprana, cuando Velázquez la pintó sólo tenía 19 años y aún vivía en Sevilla. Es un bodegón, tal y cómo se entendía el bodegón en sus inicios. El bodegón surgió en los Países Bajos en el siglo XVII y al principio no era exactamente la representación de una serie de objetos sobre una mesa, como son las naturalezas muertas. El bodegón estaba asociado a escenas de cocina donde aparecían ollas, platos, jarras y alimentos, a veces aves, pescado o carne en bandejas, todo crudo para ser cocinado. En estas cocinas repletas de comida podía aparecer gente humilde, normalmente sirvientes.
Holandeses, genoveses y flamencos llenaban las calles de Sevilla cuando era puerto de Indias, alentando la venta de obras de arte y trayendo las tendencias artísticas de sus lugares de origen. Los bodegones eran populares en Sevilla en esta época y Velázquez hizo varios entre 1617 y 1622. Este tipo de cuadros no eran meras representaciones de espacios domésticos y personajes populares. Bajo una apariencia banal, solían contener significados alegóricos, morales y religiosos.
La presencia de la comida suele hacer referencia a la volatilidad y fugacidad de la vida: todo es temporal, todo se pudre y se estropea, todo pasa y muere. Más tarde estas referencias serían más obvias en las Vanitas, las naturalezas muertas donde aparecían calaveras y relojes de arena.
Cuando vi esta obra, vivía en San Francisco. Llevaba un par de meses allí y me sentía bastante sola. Entré a ver el De Young Museum por primera vez, vi que tenían una exposición temporal de las National Galleries of Scotland y me animé a entrar a verla. Había visto la publicidad de la exposición y tenía buena pinta, pero no esperaba que hubiese un Velázquez nada más entrar (al lado de un Botticelli y un Vermeer, ni más ni menos).
Cuando vi la Vieja friendo huevos me quedé pasmada. ¿Cómo es que no era la imagen de cabecera en la publicidad de la exposición? ¡Si era lo mejor que tenían! Una mezcla de emociones se apoderó de mi y al sentirme tan lejos de casa y ver una obra de Velázquez de manera inesperada me sentí instantáneamente conectada con ella, como si fuese un pedacito de mi hogar que no esperaba encontrar allí. Me puse a llorar como una magdalena de la emoción y me pasé un buen rato admirando la obra e imaginándome a Velázquez 400 años antes, justo delante del mismo lienzo que ahora miraba yo.
El arte tiene la capacidad de forjar nuestra identidad y de hacernos sentirnos conectados con nuestra historia y nuestro lugar de origen. A veces tenemos que irnos lejos de casa para darnos cuenta de nuestra identidad y una obra de arte puede recordárnoslo.
Calendario solar azteca (entre los siglos XIII y XVI), anónimo
Cuando Hernán Cortés entró en Tenochtitlán por primera vez, la capital de los aztecas, se encontró con una civilización en pleno esplendor. Los mayas ya eran conocidos por los españoles, pero era diferente porque en ese momento la civilización maya ya llevaba mucho tiempo en decadencia. Los aztecas, sin embargo, estaban en la cima de su poder militar, cultural y político y habían construido una magnífica ciudad en el lugar más improbable: en mitad de un lago. México-Tenochtitlán era una ciudad de canales y contaba con un espectacular recinto sagrado cuyo centro era el Templo Mayor, dos templos gemelos sobre una pirámide.
Era aquí donde originariamente se encontraba el calendario solar. Esta piedra representa la cuenta del tiempo de los aztecas, que dividían la historia en 5 soles: los cuatro primeros soles más el Quinto Sol, la era en la que vivían los aztecas. La deidad central podría ser Tonatiuh, el dios del Sol en la mitología nahua.
Los anillos que rodean al centro son un calendario que indica los 13 meses de 20 días que formaban el año sagrado de 260 días. El calendario sagrado de 260 días y el civil de 365 coincidían una vez cada 52 años, por lo que los aztecas medían el tiempo en ciclos de 52 años de manera parecida a nuestros siglos.
Es algo complicado entender todas estas medidas de tiempo, pero si por algo se caracterizaban las culturas mesoamericanas es por la importancia que el tiempo y los calendarios tenían en sus creencias (seguro que os acordáis del fin del mundo que anunciaba el calendario maya en 2012).
Vi el calendario solar cuando estudiaba en México durante un semestre de intercambio en la universidad. La piedra del sol se encuentra en el Museo Nacional de Antropología en la capital del país. El museo contiene varias salas enormes dedicadas a las civilizaciones de México, la más espectacular y amplia de las cuales es la de los aztecas. La piedra está sobre la pared al fondo de la sala y me quedé anonadada al ver que es una bestia de 3.60 metros de diámetro. Yo siempre había pensado que medía algo así como medio metro, no me podía imaginar la impresión que causaba verlo en persona cuando es una pieza tan grande.
La iconografía azteca es bastante espeluznante, la mayoría de la esculturas y relieves son representaciones asombrosamente realistas de serpientes gigantescas, de sacrificios humanos, calaveras y corazones sangrantes. Es una cultura muy alejada del arte occidental,y por ese mismo motivo a mi siempre me ha parecido fascinante.
Para terminar:
Este post ha quedado mucho más largo de lo que yo esperaba así que he tenido que partir mi lista por la mitad. La semana que viene publicaré la segunda parte, con otras cuatro obras.
¿Cuáles son las obras de arte que más os han impresionado?
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