Uno de los mayores retos que nos encontramos al trabajar como mediadores en un museo, es adecuar las actividades a los diferentes rangos de edad, en especial a los niños más pequeños, de educación infantil e incluso bebés.
Si pensamos en obras de arte como Las Meninas (1656), de Velázquez, o en La ronda de noche (1642), de Rembrandt, son obras complicadas de explicar a niños menores de 5 años. Obras con un complejo contenido narrativo y simbólico y de las que un educador de museo podría contar infinidad de datos históricos y artísticos. Datos que a una niña de 3 años le aburrirían por completo.
La educación tradicional está muy basada en la inteligencia lógico-matemática y en la lingüística. Consiste en memorizar datos y en aprenderlo todo de una manera intelectual que no incluye, generalmente, a los sentidos. Este acercamiento no sirve con los niños de educación infantil, porque son demasiado jóvenes para memorizar datos y tampoco tienen desarrollada plenamente su capacidad verbal. Solamente conseguir que los alumnos de educación infantil presten atención y no se muevan demasiado en las galerías del museo, ya es una tarea difícil.
Los museos de arte, además, cuentan con una desventaja importante respecto a otro tipo de museos como los de ciencia: las obras de arte no se pueden tocar. En un museo de arte no se puede tocar casi nada y tampoco podemos acercarnos a las obras demasiado. Evidentemente, esto es así por la seguridad de las obras de arte, que son objetos delicados y en ocasiones muy antiguos. Y que al ser únicos e insustituibles, requieren de muchos cuidados para su conservación.
Por lo tanto, nuestro acercamiento a las artes visuales en un museo con niños y niñas hasta los 5 años de edad ya parte de algunos obstáculos:
- Un contenido narrativo muy complejo
- Imposibilidad de tocar y de acercarse a lo que queremos estudiar
- Y en un entorno donde habitualmente se tiene que guardar silencio y moverse con cuidado.
- De entrada, no son espacios muy acogedores para los niños pequeños. Sin embargo, no está todo perdido, siempre hay opciones para hacer el acercamiento al arte algo atrayente y divertido.
Aprender con los sentidos
En esta etapa, los niños exploran el mundo a través de los sentidos y de su propio cuerpo: tocar, saborear, mirar, oler y escuchar son todas formas de aprendizaje a las que, siendo mayores, no les prestamos demasiada atención. Sin embargo, yo soy la primera que, en muchas ocasiones, delante de una obra de arte en un museo, siento el impulso de tocarla.
Pensando sobre ello y sobre el deseo que tienen los niños de tocarlo todo, me di cuenta de que la información no se transmite solo a través de la vista o de la palabra. El tacto es también una forma de obtener información del mundo que nos rodea.
Diferentes materiales y diferentes texturas no se pueden apreciar si no las tocamos. Lo mismo se puede decir del olfato, no obtenemos la misma información de una rosa o de un plato de unas sardinas asadas, si solo los miramos en vez de poder olerlos. Y no es lo mismo tocar una pizza, que probarla. Cada sentido nos proporciona un tipo de información diferente y al unirlos, tenemos una percepción mucho más completa que si solo usamos uno de ellos.
¿Qué podemos hacer para aprender a través de los sentidos en las galerías de los museos? Hagamos un repaso por todos los sentidos:
La vista
La vista es el sentido preferente en un museo de arte (a no ser que sea un museo de la música, y en tal caso sería el oído). En esta etapa los niños están aprendiendo los colores y las formas geométricas. Siempre podemos seleccionar obras de arte que sean llamativas en este sentido y jugar a reconocer colores y formas dentro de pinturas, fotografías, esculturas o grabados. Cualquier arte vistual puede servirnos.
Buscar objetos reconocibles dentro de una imagen también es un buen ejercicio, porque los niños de educación infantil están aprendiendo los nombres del mundo que les rodea. Otra posibilidad es aprender a contar. Cuántas personas ves en este cuadro, cuántos animales, cuántas casas, o cuántas esculturas hay en esta sala, en cuántas fotografías aparecen montañas, etc.
De esta forma los niños no solo escuchan, si no que participan y ejercitan lo que están aprendiendo y pueden retener más fácilmente lo que han aprendido.
El arte abstracto es estupendo para trabajar con alumnos de educación infantil. Suele estar lleno de color, de líneas y de puntos, e invita a utilizar la imaginación, algo que a los niños se les da mucho mejor que a los adultos.
El tacto
A no ser que estemos en un museo donde haya disponibles reproducciones de las obras de arte que se puedan tocar, lo más probable es que no podamos tocar nada en las exposiciones.
Lo que si podemos hacer es utilizar objetos parecidos a los que se ven en las obras, o texturas similares, y llevarlos con nosotros para mostrarlos a los estudiantes cuando estemos en las salas. Además de ver las obras, podrán tocar e identificar algo parecido a lo que están viendo. Si no pueden tocar una escultura de mármol, podemos llevar un pedacito de mármol para que sientan la textura. En el caso de que aparezcan representados diferentes tejidos y vestidos, podemos llevar trozos de tela similares. Si hay árboles, podemos llevar hojas.
El oído
Para utilizar el oído podemos reproducir sonidos similares a los que se podrían escuchar en la imagen que estamos mirando. Podría ser la lluvia, el tráfico, voces hablando, el canto de los pájaros, viento, el mar, un arroyo, sonidos de animales, etc. Podemos preguntar a los estudiantes qué creen que se oye en una escena y luego reproducirlo y de esa forma, podrán ver y oír al mismo tiempo, como si entrasen dentro de la imagen. Puedes jugar a probar diferentes sonidos con la misma obra y ver cómo reaccionan.
Por último, también se puede jugar a «poner» sonidos a las obras y hacer que los alumnos creen su propia «banda sonora» o que representen entre ellos distintos sonidos que se podrían escuchar en esa escena. Puede ser un ejercicio muy divertido al hacerlo en grupo.
El olfato
El olfato es probablemente uno de los sentidos menos usados dentro de un museo. Sin embargo, creo que sería muy interesante incorporarlo con más frecuencia. Recientemente me encontré con una situación en la que un chico de 14 años que asistía al museo donde trabajaba, no podía usar las manos para hacer la actividad que sus compañeros estaban llevando a cabo. Tampoco hablaba español ni inglés, por lo que no podía comunicarme verbalmente con él.
Pensando qué podía hacer para que no se sintiera aislado, se me ocurrió usar el ofato. Casualmente contábamos con una serie de esencias en tarritos de cristal de una exposición pasada que contenía olores típicos de la ciudad. A través de su profesora, pude darle a oler cada uno y explicarle lo que era. Esto me hizo pensar en cómo incluir el olfato como parte del aprendizaje en el museo.
De nuevo, podemos interpretar las diferentes obras de arte de las exposiciones a través distintos olores. O pensar qué olores hay en cualquier escena que observemos, e intentar emparejar esencias con lo que estamos observando. ¿Podrías ponerle olor a una obra de arte abstracta? ¿A qué crees que huele en esta escena? ¿Si estuvieras dentro, qué olerías?
El gusto
Para usar este sentido en las salas de exposiciones, tenemos bastantes problemas, empezando por el hecho de que generalmente está prohibido comer y beber en las salas donde hay obras de arte.
No podríamos usarlo delante de las obras aunque sí podríamos hacerlo justo después en algún espacio donde esté permitido. Si hay jardines y patios exteriores podemos intentar relacionar sabores con algo de lo que hayamos visto previamente. Esta idea nunca la he llevado a cabo, ni la he visto hacer a nadie, pero me parece que también podría ser una actividad interesante.
El cuerpo
Usar el cuerpo para explorar obras de arte puede ser muy divertido. Intentar imitar las posturas y los gestos de los retratos y esculturas sería una posibilidad. Otra muy interesante puede ser representar a modo de escena de teatro la imagen que vemos, sobre todo en las escenas donde hay muchas figuras y hay que componer un grupo grande imitando la escena.
Voviendo a Las Meninas o La ronda de noche, estas dos obras serían perfectas para hacer este ejercicio porque tienen muchas figuras. Aunque al principio comentábamos las dificultades de estudiarlas con alumnos de infantil, siempre podemos encontrar la forma de hacerlas accesibles.
Además, en estos años los niños y niñas están desarrollando las habilidades motoras y usar el cuerpo y el equilibrio es beneficioso para su propio desarrollo.
¿Habíais utilizado alguna vez los sentidos para enseñar obras de arte? ¿Cómo fue vuestra experiencia?